El hedor amargo y
la asfixiante proximidad
de los cuerpos
asediaron su razón.
Rebobinó sus catorce años
intentó alcanzar de nuevo el seno materno,
mientras sentía cómo el agua iba anegándolo
todo;
cuerpos y almas.
Silencios hoscos
transformados en cansados
lamentos
macerados por una capa de
lloros infantiles.
Llantos hambrientos en
los que al fin pudo mecerse,
atrapado entre el
espejismo de Occidente
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